Se dice que el movimiento se demuestra andando, y los españoles a corto plazo ni son una cosa ni otra. Ni contrarios, ni partidarios, al menos que se hagan cosas concretas. Quienes tienen mejor opinión son aquellos receptores que han recibido algunas de esa cosas concreta. Los demás, a la primera oportunidad que se presente, muchos cambiaran de chaqueta. La prueba está en el traspaso de jugadores políticos habidos en todos los regímenes, incluyendo las dictaduras. Quítele a un español su pan, y tendrá un enemigo peligroso que espera pacientemente darle una pedrada de voto en las urnas cuando menos se lo espere. No haga caso a un partidario suyo que reclama justicia a su favor y éste le cortará a usted un traje a la medida que le sentará que ni pintado. Paseé su prepotencia y haga elogios de la misma, y pronto lamentará haber sido socialista, fascista, de derecha, monárquico o republicano. Todas la tertulias de café, los centros públicos, lugares de recreo sin descontar ambas cámaras, dirán pestes de su persona.
Piensan muchos que los políticos son todos iguales, los de aquí y los de allí. Cinco continentes juntos. Porque gobernantes que no atienden a los menos capacitados económicamente parece que están en un solo mundo geográfico. Exceso de poder que raya en la insensatez, y manera de legislar prepotente y abusiva que se escuda en tecnicismos legales. Dicho por tantos perjudicados suena a tiranía.
El derecho y la justicia distributiva deben ser actitudes honrosas a la hora de cumplir con demandas sociales necesarias, para que con el ejemplo se consigan los fines de entendimiento entre el trabajo y el capital. De manera que podamos merecer el pasado al cambio moral de un deber cumplido. Entendemos que la vida como se muestra a la percepción de nuestros sentidos, contiene deberes y derechos suficientes para que sepamos cumplir con la misión que nos corresponde. Al menos en la medida adecuada a cada uno. Conseguir hechos prácticos, será inicio para después dar comienzo al desarrollo de nuestras capacidades espirituales y materiales. La avaricia desmedida del dinero priva de su fluidez e impide la distribución eficaz necesaria. Consideremos que si las riquezas fueran eternas el mundo estaría lleno de pobres, en tanto que los capitalistas vivirían para siempre en su mundo dinerario.
No es desorden material y económico lo que nos preocupa, más bien la posibilidad o la duda de que hallamos llegado a un estado de abandono de nuestros deberes con los semejantes tan acusado para muchos, que todo intento noble para unificar los recursos económicos y hacer distribución equitativa de los mismos, aún en la forma más nimia, sea ya casi imposible.
La necesidad de promover valores positivos radica en la proyección personal. Hay necesidad de comprender el anhelo, más o menos grande, de todos los hombres y procurar que se acomoden a una realidad que permita hacer posibles sus contenidos. Asunto bueno para proponer pero casi imposible llevar a cabo. No siendo demagogia parece un discurso apto para entrar por un oído y salir por otro.
Ante la imposibilidad de establecer orden racional estable de la economía, causa de conflictos humanos y sociales entre actores del trabajo y las empresas, los Estados, se ven agobiados por la incertidumbre de un porvenir difuso bajo presión de fuerzas egoístas que crean situaciones peligrosas y amenazan con desestabilizar el equilibrio mundial de los mercados. La guerra acecha entre el acarreo de las aves de presa económicas, córvidos atentos solo al afanar de sus intereses. Conflictos bélicos que son formas inicuas de procedimientos sectoriales de la economía.
De manera que la persona como entidad biológica, y como sujeto de derechos naturales y sociales, requiere más atención hecha que dicha. Es por antonomasia sujeto único receptor exclusivo del porque de todo acto, sea este de sustancia material o metafísica. La conciencia constituye entidad del ser donde los estímulos sociales son valuados y comprendidos. El juicio moral y estético, por ejemplo, contiene factores capaces de valorar acontecimientos de manera definida.
Es evidente que toda persona por poco instruida que sea, tiene noción de sus circunstancias a través del conocimiento de hechos empíricos e ideas de asuntos sociales, como de aquellos incentivos de utilidad que le son necesarios para lograr satisfacción a cuanto es conforme con el estado de su naturaleza. El conocimiento de la vida comunitaria y capacidad para distinguir entre hechos verdaderos de otros falsos le proporciona nociones sobre la realidad social y política.
Resulta que la persona es superior a todos los ordenes establecidos y causa del derecho, institución primera y última de ese derecho. En suma, el derecho mismo, desde donde parte su historia política, social y económica. Por estas razones cualquier menosprecio de sus valores es agresión sustantiva a su integridad. Es tan íntimo este mecanismo y tan riguroso, según patrones evaluados por el mundo social, admitidos por el juicio colectivo y el entendimiento propio, que impulsan a la persona hacia búsqueda constante de su bien propio. Aquello que el Prof. Morris denominó "viejos impulsos" tienen la misma consistencia práctica que los procesos evolutivos de las clases sociales.
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