Tiempo anterior a la constitución de esta Entidad jurídica de escritores, esta Presidencia, guiado por su vocación, tuvo amigos que profesaban idénticas inquietudes y actividades. Por entonces se organizaron recitales, conferencias en el Centro Gallego de Madrid, y otras entidades regionales. Siempre de manera individual sin representar a ninguna asociación.
Para poder expresar síntesis de los motivos que dieron origen a la Agrupación Sindical De Escritores Españoles, que es el fin general de los informes de esta Presidencia, no puedo eludir hablar en primera persona, lo que me molesta. Siempre he tenido por norma figurar lo menos posible. Considero que es vanidad todo cuanto rebasa lo común, estricto, necesario e imprescindible, y la vanidad, un ensueño del orgullo. Pido por esto perdón.
Dice el refranero español: "Dios los crea, y ellos se juntan." Cierto, no podemos decir como, pero el hecho fue que de manera impensada resultó que la mayoría de amigos y conocidos fueron vocacionales y ejercitados en las Letras españolas. Tampoco sería posible determinar las fechas en que nos conocimos. Diría que somos amigos de toda la vida.
Omito explicar los avatares lógicos que suponen editar libros en colecciones comerciales. Pero las circunstancias que rodean este hecho, me dieron mucho que pensar. De sus posibilidades, y consecuencias que rodean las publicaciones, comenzó a surgir la idea y necesidad de constituir una sociedad profesional que se ocupara de resolver estos problemas, y sobre todo, de aquellos vocacionales aún no abiertos al mundo exterior y misterioso de lo desconocido y mágico.
Esta idea incipiente fue tomando cuerpo. Entonces fue cuando supe que aquellos profesionales más doctos, conocidos por la generalidad de lectores, también tenían sus problemas. Indagué en las Embajadas de otros países de habla española a través de sus Agregados Culturales, y cual no fue mi sorpresa cuando descubrí, entre los escritores cuyos datos me fueron facilitados por ellos, que sus problemas editoriales eran iguales o similares a los de todos. Que en esto, como en casi todo, el mundo era el mismo, o peor.
Pondré un ejemplo propio: Entre las novelas escritas hubo una que titulé, "El castillo de Lord Clyton." Era una novela romántica desarrollada en tiempos históricos. Fue enviada a editoriales diversas. El resultado fue que sus asesores literarios, unos aconsejaban aumentar el número de capítulos, y otros, disminuirlo. Resultado: tanto cambió la novela que su texto dejó de ser romántico y fue adquiriendo otro muy distinto y más propio de una novela de aventuras del género popular. Fue publicada en la Editorial Valenciana, Colección "Comandos", con el título de "¡Ruta Sangrienta!" Pasado un tiempo recibí carta de mi tío Daniel Dumont, radicado en Buenos Aires y conocido en todo el mundo empresarial de la República Argentina, quien me comunicaba haber comprado esta novela en una librería donde estaba expuesta.
Tal hecho confirmaba lo que muchos escritores sabíamos. Las ediciones de toda clase de libros, en muchos casos eran pirateadas sin pagar derechos de autor. Lo que robusteció a un más mi idea sobre la posibilidad de constituir una asociación para la defensa de intereses propios de todos los escritores.
Esto que en apariencia parecía lógico y en principio sencillo de realizar, fue todo lo contrario. Ni todos los escritores estaban dispuestos a defender sus derechos por temor a hipotecar su libertad intelectual, ni todos consideraban que una asociación de esta índole era necesaria para evitarlo. Además algunos, muchos, creían que estar afiliados era poco prestigioso. Por otra parte, unos y otros, de ideologías distintas, no deseaban una aproximación solidaria, aún cuando de hecho nunca lo manifestaron.
En particular, a mí me importaban un comino las ideologías políticas, y los intereses económicos que se pudieran considerar contrariados. Así sigo, porque estimo que cada problema debe ser resuelto dentro de la jurisdicción que le sea propia y a través de quienes les afecte y corresponda.
No fue así según se supone por acontecimientos posteriores. El proyecto se divulgo, y las reuniones y cambios de criterios fueron sucediendo y con ellos amenazas telefónicas, anónimos por Correo y un sin fin de tonterías que consideré absurdas y poco creíbles. A nuestro entender el asunto no tenía la importancia suficiente como para considerar que otros intereses poderosos pudieran sentirse dañados por la constitución de una entidad de escritores dedicada a la defensa profesional, que además solo era un proyecto.
Recibí un anónimo diferente al de los demás: se trataba de una silueta que correspondía con la estructura de la cabeza, y solo el contorno. Daba la sensación de haber sido copiada, quizás de alguna publicación. Letras grandes de imprenta decían: "¡CONSIGNA. ELIMINAR A DUMONT!" Me pareció una broma propia de niños y no le hice el menor caso. La rompí.
Referencias que no son de hace dos días, sino de muchos años atrás. En junio de de 1944, recibí el anónimo antes dicho, y el día 14 de julio, en la madrugada, ocurrieron hechos que sin poder probar su relación con los anónimos recibidos, ni con la idea de constituir la asociación, eran inauditos. ¿Qué otros motivos podían ser? En resumen, como quiera que mi amigo José Rivas Galán vivía en el piso primero de un edificio cuyos balcones daban a la calle de Alvarez de Castro, y por aquel tiempo la Bervena del distrito de Chamberí, la situaban a lo largo de esta calle y toda la correspondiente a la de Eloy Gonzalo, el poder dormir era imposible. Motivo que le obligaba a dejar la vivienda hasta que los ruidos propios de la fiesta comenzaban a decrecer, o terminar. En este trance, la más de las veces, le acompañaba. Primero, recorríamos el lugar donde se celebraba la fiesta, y después, desde su calle, por la de Cea Bermudez, caminabamos hasta dejar de escuchar el estruendo de la fiesta.
Aquella madrugada no fue como las de otros días. Por entonces en la calle de Cea Bermudez había pocos edificios de viviendas, alguno a partir de los jardines del Canal de Isabel II. Tampoco existían tantos vehículos automóviles como ahora. No obstante, observamos un Ford de color negro aparcado en la acera del lado izquierdo de la calle. Más adelante, y en la esquina de la denominada de Galileo, había varios individuos desconocidos, al parecer conversando.. Al llegar a su altura nos rodearon y solo dijeron, "¡Estos son!," y sin más palabras comenzaron a golpearnos con llaves inglesas. Supusimos que no utilizaron otros medios porque el parque de automovilismo oficial quedaba atrás y relativamente próximo.
Al lado de la acera había un solar con zanjas, donde fuimos arrojados. Todo lo demás es de lógica comprender. La Comisaría que instruyó las Diligencias, y sus Agentes, pese al empeño y celo que pusieron en ello y las detenciones efectuadas, nosotros no pudimos reconocer de manera segura a ninguno de nuestros contrarios. Como comprenderán ustedes el relato parece propio de una novela de aventuras. Si hago referencia de ello, es porque pese a mi criterio en contrario, otros hechos y amenazas posteriores disiparon mis dudas.
El Iltmo Jefe Superior de Policía, en escrito 12 del mes en curso lo comunicó a la Comisaria del distrito de Chamberí por corresponder con el de mi domicilio, que entonces estaba en la calle de Santa Engracia número 105 de Madrid,y las Diligencias policiales fueron instruidas con el número 343.
Los comentarios que este hecho suscitó fueron todos de origen político, lo que denota el momento vivido por causa la guerra incivil española y de su final todavía próximo. Unos dijeron que fue la extrema derecha, porque mi amigo Rivas era novio de Manolita Galeote, hermana de Guillermo Galeote, cuyo padre fue socialista destacado. Otros, que lo hicieron los de extrema izquierda, por coincidir con los asesinatos cometidos contra falanjistas del distrito de Cuatro Caminos. Algunos adujeron que la extrema derecha tenía mucho que ver en este asunto por ser José Rivas visita asidua de la misión Comercial de Cuba. Lo que no es serio en absoluto, habida cuenta que tengo amigos de todos los criterios políticos y nunca fuimos atacados por nadie.
Por entonces la profesión de escritor no era considerada como profesión al uso, lo que dificultaba más las posibilidades de organizar un asociación de escritores. También tenía otra añadida, correspondía con el cauce único permitido para las asociaciones profesionales. Renunciar a este, era renunciar a muchas posibilidades necesarias: Evitar la edición de obras piratas: Convenios Colectivos;tratar de evitar el fraude según número de ejemplares contratados para cada edición; intervenir en las reforma de los Derechos de Autor efectuada por el Gobierno, entre tantas otras, como instar la promulgación de Ordenanzas Laborales que motivaran aquellos derechos propios de todos los trabajadores .
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