Pueblos invasores semitas, descendientes de Sen, hijo de Noé De-Mon, apellido geográfico que derivó de,"aquel que vino de la montaña," fueron conquistadores de Asia, y los fenicios, por actitud implícita para toda clase de comercio, causaron formas avanzadas de progreso.
Tiglar Pilser tuvo intereses económicos al realizar sus conquistas y permitió que junto al ejército fueran mercaderes dispuestos a comprar el botín de guerra. Barsar Belter, estableció margenes económicos competitivos para la adquisición de dichos bienes incautados. Pero fueron comerciantes de Mesopotamia quienes antes que los fenicios acordaron normas comerciales, en tanto que la Banca fue obra de los Egibi.
Comerciantes, artesanos, orfebres, y agricultores, crearon formulas comerciales en una de las ciudades más importante del Asía, Ugarit, construida en la costa fenicia, y modelo de contratación. Allí los comerciantes que procedían de las islas griegas de Chipre y el mar Egeo, llegaron a un acuerdo sobre el valor en que se debería vender la madera.
Documentos jurídicos (siglos XIV-XI a. de J.C.), promulgaron normas para constitución de sociedades mercantiles en dicha ciudad de Ugarit (Asiria). Fueron asirios quienes consiguieron establecer modelos comerciales a través de comunidades territoriales agrupadas, a cuyo frente había un Síndico. Se admitieren normas jurídicas como el Laudo. Más importante que el Comercio, fue el alfabeto escrito fenicio (siglo XIV a. de J.C.), que influyó en el alfabeto griego como consecuencia de la colonización que los fenicios realizaron en ciudades del mar Egeo: Chipre, y a su vez, Sicilía; después España. Cerdeña, en la costa de Marruecos.
Los pueblos que llegaron a la Península española nos demostraron que la coordinación de sus esfuerzos hicieron posible dictar normas para regular derechos que les eran necesarios. De manera que hubiera sido fundamental que los escritores llegaran a la misma conclusión, vivir del fruto de su trabajo. Esta es la hora en que aún se encuentran sin dicha posibilidad por no solidarizar sus esfuerzos para establecer un criterio y participación necesaria.
No es tal propósito objetivo absurdo e inaceptable, más bien condición derivada de cuanto expresan, porque la Cultura que fomentan, no es algo que se inmoviliza en el tiempo, conlleva renovación, y toda renovación, es signo de progreso. Lo observamos en efectos causados por otras actividades cuyos profesionales viven del fruto de sus trabajos.
No basta modificar la Ley de los Derechos de Autor como recurso único. Es preciso que tal modificación llegue al organismo competente del Estado, a través de entidades sindicales a quienes la Ley tiene reservada jurisdicción, y competencia. No se piense que estoy hablando del Sindicato Nacional de Escritores Españoles, como organismo único. Deben existir otros, cuyos principios esenciales estén dirigidos hacia presupuestos profesionales de Derecho, porque todos los escritores deben comprender que los sindicatos, no son sinónimo que denigre el concepto de libertad intelectual que puedan considerar mancillado, por formar parte del mismo.
Es de criterio simple comprender que tienen el derecho mismo de vivir del fruto que producen, en forma adecuada, como lo hacen los conserveros de Asturias o de Galicia, por ejemplo. Cosa distinta es que tal hecho no sea posible por falta de producción, o venta del fruto de su trabajo, lo cual no depende solo de él, sino de otros factores que afectan a las industrias que intervienen en la reproducción de una obra. Pero tal circunstancia concurre en toda actividad que se realiza por cuenta propia y sin estar bajo el techo de una empresa.
¿Entonces cómo es posible que les desagrade pertenecer a un sindicato? Incluso algunos afiliados desearían cambiar el nombre de sindicato para que no se supiera que ellos pertenecen.
Ocultar su denominación esencial, es un engaño aceptable en Derecho, pero un engaño. Debe ser claro, honrado en su trayectoria, y determinar sin duda alguna el ámbito de su jurisdicción y competencia.
Tan extraordinario a como no es explicable el hecho por el cual algunos escritores desafectos con un régimen político determinado, incluso odioso para ellos, se afilien a un sindicato que consideran dependiente directo del régimen político que anatemizan. En principio, su causa parece simple: Tantos años sin defensa alguna de sus derechos han marcado el inconsciente, tal como si una mutación, hubiera sucedido en el código genético, y se transmitiera de un estrato a otro profesional de la sociedad en que viven.
En los mentideros bohemios de esta profesión se acuñó una frase, casi aforismo, en el que se dice, "todo escritor a donde va, lleva una obra literaria debajo del brazo." De manera que su desconfianza en toda acción que pueda redundar en beneficio de su profesión, no solo es total, sino que la consideran imposible. Razones por las cuales sus interese se centran en poder publicar todo cuanto escriben. Recuerden aquellas frases dirigidas a Manuel Azaña incluidas en un Informe anterior:
"!Cuidado con Azaña, que es un escritor sin lectores, y es capaz de organizar una revolución solo porque le lean¡"
No hay comentarios:
Publicar un comentario