Aquella mañana, el sol había saltado sobre una nube plomiza. No era una mañana para lanzar campanas al vuelo: soplaba un vientecillo suave, casi flebíl, pero capaz de poner las narices como un boniato...
Vinieron a mi memoria frases del poeta Rafael de Penagos, quien, refiriéndose al embajador Gómez Jordana de Prats, en la tarde que presentó su libro titulado, "Versos de ayer, Recuerdos de hoy" (supongo que el único) en el Casino de Madrid, un día de octubre de 1999.
Dijo de él:
-Era un generoso presta primaveras.
El caso es que mi interlocutor no iba precisamente prestando primaveras. Por el contrario, sus palabras eran un crucigrama genealógico difícil de entender. Cuando yo estudiaba Historia del Arte, muchas leguas atrás me pareció inaudito que de Borgoña vinieran canteros a España para establecerse en Toledo y en Burgos, habiendo tantos maestros autóctonos. Fue un capricho de la época, cuando el arte trataba de engrandecer aún más las catedrales. Para mí, fue tan absurdo como derruir en Italia las glorias góticas para plantar en su lugar el arte florentino de los Brunelleschi; o retirar la contemplación de pinturas de Donatello y sustituirlas por grafitís.
Supongo que nadie hubiera creído que un mortal llegara a ser abuelo de sí mismo; y menos, que su esposa fuera suegra de su padre; y el hermano, abuelo del otro hermano. Cada vez que le observaba con detenimiento, me parecía, o más loco que antes, o más burlón. Era una persona difícil de olvidar.
Recordé en esos momentos, que José Vizcaíno, marqués y viudo de la señora Mariana Pontejos y Sandoval, Condesa de Pontejos y Condesa de la Ventosa - sin señalar con mala intención este dato, -dijo:
"Dichosos los seres que por sus talentos, sus méritos y virtudes, hacen imposible el olvido".
Joaquín, casado con Mariana, aún está hecho una estatua en la plaza de las Descalzas Reales de Madrid, desde el año 1882, sin importarle eso de "La Memoria Histórica".
Afirmaba el escritor Mariano de Cavia, fallecido en el hospital del Doctor León de Madrid: "No hay en este país profesión más intranquila e insegura que la de cadáver ilustre". Llevaba razón, porque recuerdo que hubo un alcalde que sustituyó la estatua de Mariano, situada en el centro de la plaza de su nombre, por una fuente con surtidos y brocal, donde varios pajarracos agitaban sus alas.
Volviendo a mi interlocutor, no me atreví a contradecir algunas de sus opiniones. Me parecía este caballero muy radical en sus afirmaciones; y sobretodo un absolutista a quien no se le puede llevar la contraria sin sufrir algún descalabro verbal. Actitudes como ésta no son muy recomendables, ni siquiera para hacer valer la razón. A Carlos I, le costó la cabeza; y a Jacobo de Drummond, el trono de Escocia, Inglaterra e Irlanda. Llegué a la conclusión, siguiendo el hilo de mis pensamientos, que, a lo mejor, él llevaba razón; porque las cosas que parecen imposibles, muchas veces son realidad. Además estos seres raros otra cosa no tendrán, pero sí cultura para sembrar un campo de nabos.
Somos muy proclives a precipitarnos en nuestras apreciaciones iniciales y aparentar saberlo todo, dándonos de "listillos"; lo que no deja de ser una prueba tonta de arrogancia y vanidad.
También tuve la sospecha de que ese señor fuera un guasón de tomo y lomo - la sospecha es la inquietud que nos produce lo desconocido.
Aún estaba yo perdido en mis pensamientos, cuando él me hizo descender de la nebulosa de Magallanes para poner los pies sobre la tierra. Bajé de golpe, porque decía:
- Resulta que mi padre y mi mujer son mis hijos.
¿Qué pueden ustedes pensar ante esta afirmación? !Anden, átenme esa mosca por el rabo¡...
En aquella hora, el sol se había caído por detrás de la comba del horizonte. Dos árboles próximos se retorcían entre la melena de arbustos. Un buitre leonado, con la cabeza junto al borde de ataque de sus alas, rastreaba la hierba desde la altura...
Ante aquella afirmación, quedé como arrancado de las páginas del "Exorcista". Aún estoy con los ojos casi fuera de las órbitas, pasmado por la sorpresa y a punto de dar saltitos, como Antonio de los Ríos Rosas durante una Sesión del Parlamento Republicano; quien, alzando los brazos, de arribas a bajo, recorrió el hemiciclo, diciendo: "Yo puedo volar porque no tengo peso en los bolsillos"; cuando pensé que las ideas, por tontas que sean, pueden prender y hacer que las sigan mucha gente. Me puse como ejemplo, para afirmar mis reflexiones, las palabras filosóficas que se lanzaron en el siglo XVIII. Podrían tener poco de filosóficas, pero produjeron una revolución.. Cierto que éste no era el mismo caso, porque ciertas rarezas parentales solo son un juego de palabras y nada más:
Alguien, hace mucho tiempo, me planteó una adivinanza parecida. Es decir, un juego de palabras que, por la forma de expresar la verdad, dificulta su entendimiento. La palabra, es aveces mímica del pensamiento. Me dijo: "Pienso y no dejo de pensar, qué parentesco tendrá el hijo de la madre de la mujer de mi hermano". De pronto me vino a la mente otro galimatías genealógico, que se producirá en el futuro, cuando, según la nueva norma, se pueda anteponer el apellido de la madre al del padre. Imaginemos que si esto le hubiera podido suceder a Felipe II, ahora no sabríamos que descendía de Hércules, casado con Ataxa, madre de Tusco y Alteo; éste último, progenitor de Jano, quien matrimonió con Electra, hermana de Morgates; según el Cronista Mayor de Felipe V de Borbón.
Dejé de reflexionar. Mi contertulio tuvo un arranque de sinceridad y me dijo:
(SIGUE).

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